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 Última modificación: 1 de junio de 2021

 

Los entornos educativos, en el que confluyen gran cantidad de personas a diario, son un riesgo potencial de rebrotes, como ya se ha demostrado en varios países en los que se ha tenido que volver a cerrar algunos centros educativos tras su reapertura, como fue el caso de Alemania (ver noticia), Corea del Sur (ver noticia), Israel (ver noticia), China (ver noticia) o Francia (ver noticia), y también en el caso de universidades como Notre Dame en París (ver noticia) o algunas de EEUU (ver noticia). Un estudio sobre un brote en una escuela secundaria de Jerusalén arrojaba más de 260 contagios, de los cuáles 153 eran estudiantes  y 25 personal del centro (ver estudio). Esto podría sugerir que los centros tienen gran potencial para desencadenar un brote de contagios.De ahí que sea un lugar en el que la prevención sea clave para evitar rebrotes. En julio, un estudio realizado por expertos de la Universidad de Granada calculaba que 20 niños en un aula podrían provocar más de 800 contactos cruzados en tan solo dos días, considerando exclusivamente las relaciones sin distancia social ni mascarilla en la clase propia y las de las hermanos, y se iría a más de 15.000 en tan solo tres días (ver noticia). De ahí la extremada importancia de tomar medidas de prevención en estos lugares. Siempre que no haya transmisión comunitaria y se tomen las medidas adecuadas, puede ser factible la reapertura de centros escolares. Si bien es cierto también que según un informe de las autoridades inglesas, en Reino Unido apenas hubo casos tras la reapertura de centros escolares (ver noticia), ni tampoco se apreció indicidencia en Dinamarca (ver noticia).

 

Hay que tener en cuenta varios factores, dependiendo del tipo de centro:

  • En primer lugar, el índice de transmisión comunitaria en la localidad. A mayor número de contagios en la localidad, mayor probabilidad de que haya brote en un centro educativo.
  • El poder contagiador de los niños y la susceptibilidad de contagio de los mismos: existe controversia y estudios contradictorios en este sentido. Hay expertos que dicen que los niños contagian igual que los adultos (ver noticia), si bien hay estudios que dicen que los niños menores de 10 años tienen la mitad de capacidad infectiva que niños mayores o adultos (ver noticia). Un estudio sobre la carga viral de pacientes realizado en abril de 2020 concluía que no había diferencias significativas de carga viral entre grupos de distintas edades (ver estudio), por lo que se indicaba que la reapertura de centros educativos tendría que realizarse asumiendo que los niños podrían contagiar igual que los adultos. Otros estudios indican que los niños menores de 5 años pueden tener hasta una carga viral 100 veces mayor que la de los adultos, lo que aumentaría su capacidad contagiadora (ver noticia). Otro estudio en Corea del Sur, demostraba que en los contactos domésticos, los niños también contagiaban (ver estudio). Otro estudio en un colegio de Santiago de Chile arrojó que el 10% de los estudiantes y el 17% del personal estaban contagiados, siendo el porcentaje de asintomáticos mucho mayor entre los jóvenes estudiantes, un 40% frente al 18% (ver estudio), llamando la atención este elevado porcentaje de asintomáticos entre los alumnos, pues al no tener síntomas, serían claros candidatos a propagar el virus más fácilmente. Un estudio preliminar (que contradice a otros estudios) sugiere que hay mayor riesgo de transmisión a contactos próximos en menores de 15 años que contagiarían a familiares (ver estudio). Un estudio llevado a cabo en el Hospital Sant Joan de Dèu de Barcelona, en campamentos de verano, sugiere que los niños serían menos contagiadores que los adultos (ver artículo). Y en agosto, un grupo de investigadores de Massachusetts (EEUU), publicaron un estudio (ver estudio) según el cual los niños jugarían un papel importante en la propagación del virus, ya que mostraban una mayor carga viral en sus vías respiratorias que los adultos hospitalizados en UCI, y, dado que la transmisión es mayor cuando existe una alta carga viral, podrían ayudar a propagar el virus más de lo que se pensaba, independientemente de la gravedad (más bien leve) con la que pudieran pasar la infección (ver noticia). También es preocupante lo publicado en The New York Times el 31 de agosto (ver artículo), pues desde la reapertura de los colegios, se había observado una mucha mayor tasa de incremento de contagios entre los niños (+720%) que la tasa general (+270%), pero también en el número de hospitalizaciones (+356% frente a +122%) y en el número de fallecidos (+229% frente a +115%). En octubre, un estudio realizado en India sugiere que los contactos de la misma edad se asocian con mayor riesgo de infección, y en el caso de niños y adultos jóvenes, se vio alta prevalencia de infección con contactos de la misma edad, lo que podría sugerir que sí tendrían un papel importante en la propagación del virus (ver estudio). A finales de agosto, se publicó otro estudio realizado en Reino Unido, en el que se observó que casi el 7% de hijos de sanitarios tenían anticuerpos contra el SARS-CoV-2, lo que sugiere que tienen el mismo riesgo de infección que adultos, y que lo niños más pequeños y los más mayores son igual de susceptibles. El 50% permanecieron asintomáticos y solo el 38% mostraron fiebre, tos, o alteraciones en gusto y olfato (ver estudio). El CDC americano publicó un estudio sobre contagios en el hogar, según el cual, la tasa de infección secundaria provocada por niños menores de 12 años fue del 53%, y de niños de 12 a 18 años del 38%, en un estudio donde el promedio de tasa de infección secundaria fue del 53%. Esto sugiere que los niños tienen capacidad parecida a los adultos en cuanto a poder de transmisión (ver artículo). Y en septiembre se conoció que en Utah, 12 niños se infectaron en una guardería y transmitieron la infección a otras 12 personas fuera de la misma incluyendo familiares, lo que sugiere que sí podrían actuar como propagadores del virus (ver artículo).

The figure shows text describing that children who likely got COVID-19 at two Utah child care centers spread it to household members.

 

Otro estudio, publicado el 9 de octubre, sobre el contagio en una reunión familiar, tuvo como hallazgo relevante que el paciente inicial era una niña de 13 años, que tenía síntomas leves, pero que probablemente contagió el virus a 11 de 19 familiares (un 58%), donde solo uno de ellos requirió hospitalización, pero recuperándose días más tarde (ver estudio).

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En Alemania, en octubre, otro estudio encontró que tras realizar pruebas serológicas en 15.771 niños/as, se detectaron anticuerpos en un número 6 veces superior a la incidencia de casos confirmados (156 casos por cada 100.000) desde abril, siendo un 47% de ellos asintomáticos. Esto sugeriría que los niños se infectan más de lo que se pensaba (ver estudio).

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En el caso concreto de España, en un estudio de seroprevalencia realizado a 61.000 personas, el 3,4% de los niños y adolescentes tenían anticuerpos contra el SARS‐CoV‐2, en comparación con el 4,4% al 6,0% de los adultos. Este porcentaje más bajo podría inducir a pensar que se pueden contagiar menos, pero en noviembre se supo que los niños no desarrollan IgG específicos contra la proteína M del virus y sí contra la proteína S, mientras que los adultos generan IgG específicos contra ambas proteínas, por lo que un test serológico que buscara IgG contra la proteína M en niños podría estar dando un falso negativo. En conclusión, ese 3,4% podría ser una cifra mayor en la realidad (ver estudio).

  • El entorno: lamentablemente, las aulas tradicionalmente cumplen la mayor parte de los requisitos que favorecen la transmisión por aerosoles, como es una alta concentración de personas, mala ventilación, mucha gente hablando o hablando alto sin mascarillas,... Dado que según estudios, los niños a partir de 10 años pueden transmitir el virus igual que los adultos, y los más jóvenes también pueden transmitirlo, los expertos solo recomiendan su apertura si los niveles de contagio en la comunidad son bajos.

 

La evolución de la pandemia durante los meses del curso escolar 2020/2021 ha traído datos contradictorios:

  • En octubre, los datos epidemiológicos británicos demostraron que el mayor incremento de contagios desde el inicio de clases de dio entre las edades de 7 y 11 años, donde se multiplicó por 50 la incidencia. También hubo un mayor incremento entre los 12 y 24 años en comparación con el resto de franjas de edades, excepto la que va de 50 a 69. Esto podría sugerir que se estarían produciendo contagios en los centros escolares.

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  • En noviembre, se informaba también en Hamburgo que los profesores y niños se estaban infectando más que la media (ver artículo).
  • En noviembre, Independent SAGE, un grupo de científicos que trabajan juntos para brindar asesoramiento científico independiente al gobierno y al público del Reino Unido sobre cómo minimizar las muertes y apoyar la recuperación de Gran Bretaña de la crisis del COVID-19, y el grupo de investigación EAGLE para la educación, publicaron una nota de orientación para aumentar la seguridad en las escuelas tras consultar con directores, maestros, funcionarios de las autoridades locales y padres. Su enfoque particular se centraba en Inglaterra, pero puede tener una relevancia más amplia donde la infección es alta. No tiene como objetivo proporcionar un conjunto completo de consejos, sino que se concentra en problemas clave. Este informe invitaba a las escuelas a evaluar y solicitar los recursos que necesitan para operar de manera segura. Las medidas clave incluyen consejos sobre distanciamiento, ventilación, cubrirse la cara, burbujas, autoaislamiento, pruebas y muchas otras características importantes de la vida escolar durante Covid-19. El informe se puede descargar aquí. Se señalaba que la subida de contagios era el resultado de la vuelta a la escuela. 
  • A mediados de noviembre, en Italia, se informó de que en la región del Piamonte, en la última semana, se realizaron pruebas de detección a 2.414 niños, con 830 positivos, alrededor del 30% del total. Valores similares para trabajadores escolares: 10,370 hisopos realizados y 3,364 positivos (ver noticia).
  • A finales de noviembre, sin embargo, un estudio llevado a cabo por profesionales del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, señalaba que eran más frecuentes los contagios de adulto a niño que de niño a niño o de niño a adulto (ver noticia).
  • A primeros de diciembre, un estudio realizado en Australia sugería que los educadores y niños no contribuyeron de forma significativa a la transmisión del COVID-19 a través de la asistencia a centros educativos (ver estudio).
  • El 17 de diciembre, un informe de expertos de SAGE en Gran Bretaña concluía que los niños de 12 a 16 años tienen siete veces más probabilidades de ser el primer caso en un hogar, y que los niños menores de 16 años tienen más del doble de probabilidades de contagiar en su casa que los mayores (ver informe).
  • En enero de 2021, muchos países de Europa anunciaron cierres de colegios (Reino Unido, Alemania, Irlanda, Austria, Dinamarca y Países Bajos), ante las preocupaciones de la nueva variante británica más infecciosa, porque creían que los niños eran un factor a tener en cuenta el la propagación del virus (ver artículo).
  • Un estudio de casi 65.000 personas en Corea del Sur sugería que la reapertura de escuelas podía provocar más brotes, y que los niños mayores transmiten el coronavirus tanto como los adultos (ver artículo).
  • A primeros de febrero, cuando Israel ya había vacunado a gran parte de su población, se observaban allí un incremento significativo de casos en menores, por lo que no se contemplaba en ese momento la reapertura de centros educativos como una opción válida según expertos (ver noticia).
  • A primeros de marzo de 2021, un preprint de un estudio realizado en España, demostraba que las cargas medias de ARN del SARS-CoV-2 en el tracto respiratorio superior fueron comparables entre adultos y niños con COVID-19, siendo la carga media de ARN del SARS-CoV-2 en niños y adultos asintomáticos similar, y dándose que los niños con síntomas de COVID-19 mostraron cargas de ARN de SARS-CoV-2 comparables a sus contrapartes asintomáticas, mientras que en los adultos, la carga media de ARN del SARS-CoV-2 fue significativamente mayor en los sujetos sintomáticos que en los asintomáticos, pero comparable cuando el análisis excluyó a los pacientes muestreados dentro de las 48 h posteriores al inicio de los síntomas. La conclusión fue que, a la luz de los datos, los niños podrían ser impulsores de la transmisión del SARS-CoV-2 en la población general al mismo nivel que los adultos (ver estudio).
  • En mayo de 2021 se pubicó un estudio que analizó diversos brotes de la variante inglesa (B.1.1.7) en centros infantiles de Alemania, concluía que era factible que los niños y adultos tengan una probabilidad similar de infectarse, así como de transmitir el virus a las personas en su domicilio (ver estudio).

Las escuelas han representado uno de los temas más polémicos de la pandemia, dado el posible impacto a largo plazo de los cierres en los niños y las consecuencias económicas de que los padres se vean obligados a quedarse en casa.

Pediatras alertan de que entre uno y dos meses después del pico de contagios de una ola, empezaron a llegar con cuentagotas casos de niños con síndrome multisistémico pediátrico vinculado al SARS-CoV-2 (ver documento de consenso). Y aunque la incidencia no es muy alta, es lo suficientemente grave en algunos casos, por lo que hay que implementar diferentes estrategias de protección. Expertos en aerosoles recomiendan operar en exteriores siempre que se pueda, y en las aulas, incrementar todo lo posible la ventilación (y filtros HEPA cuando ventilar sea difícil debido a las inclemencias meteorológicas), usar mascarillas bien ajustada, mantener distancia, reducir el volumen al hablar, reducir el número de personas, monitorizar los niveles de dióxido de carbono para asegurar si la ventilación es adecuada, para lo que deberían permanecer por debajo de 800 ppm (lo cual se podría medir con un medidor), y evitar el uso de instrumentos que pueden emitir aerosoles, como clarinete, oboe, trompeta... (ver documento).

En el siguiente gráfico puedes ver una medición continua de dióxido de carbono, realizada por el Instituto de Investigación en Combustión y Contaminación Atmosférica de la Universidad de Castilla-La Mancha, en un aula de 20 niños, con todas las ventanas y puerta abiertas. Se aprecia claramente como desde la entrada, el nivel fue subiendo hasta la hora de salida al recreo, donde cayó abruptamente, para luego subir de nuevo en la entrada al aula, y bajar cuando se fueron a casa. En todo momento, con una ventilación total, se pudo conseguir una concentración inferior a 800 ppm.

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Fuente: Florentina Villanueva (@FloriVilla3)

El mismo equipo realizó este otro estudio, en un aula de la Facultad de Medicina de Ciudad Real, con 11 personas en clase de 87 m2  de superficie y 296 m3 de volumen. Con ventilación mecánica, más 2 ventanas y 2 puertas abiertas, se consiguió una muy buena ventilación, con niveles de CO2 por debajo de 500 ppm.

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En este otro gráfico presentado por Florentina Villanueva, se puede apreciar como abriendo todas las ventanas y puerta de un aula se conseguían las al menos 5 renovaciones de aire por minuto que recomiendan los expertos, pero cerrando algunas de esas ventanas las renovaciones caían por debajo de ese valor, por lo que resultaba eficiente complementar la renovación de aire con purificadores con filtros HEPA, de modo que incluso se superaban las 6 renovaciones de aire por hora.

 

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En algunos lugares se está tomando en serio la ventilación. Así, en Berlín se invirtió un millón de euros en medidores de dióxido de carbono para las escuelas, de forma que cada clase tendrá un dispositivo para practicar una ventilación correcta en las mismas, de forma que se alerte cuando las ventanas deban ser abiertas (ver noticia).

Para más información sobre ventilación en centros educativos, se recomienda la web de la plataforma AIREAMOS, formada por expertos, en la que puedes encontrar información útil e infografías sobre cómo ventilar y cómo usar los medidores de dióxido de carbono (ir a la web).

 

El estudio anteriormente mencionado sobre el instituto israelí, en sus conclusiones, recomendaba:

  • Grupos pequeños
  • Minimizar los contactos entre estudiantes en actividades y transporte
  • Uso de mascarillas, higiene de manos y distancia social. Los docentes y padres deben ser referentes para que esto se cumpla.
  • Evitar la asistencia a clase ante cualquier signo de enfermedad.
  • Si es posible, teleaprendizaje para reducir la asistencia al centro escolar.
  • Evitar de alguna manera la aglomeración de personas en entornos cerrados con poca ventilación, aumentando la tasa de intercambio de aire.

Dos estudios publicados en The Lancet Child & Adolescent Health recomendaban el rastreo de casos y los test como herramientas básicas para poder mantener los centros educativos abiertos (ver artículo), e incluso se menciona el cierre de colegios en caso de que sea necesario. Y el Consejo General de Colegios de Ingenieros Técnicos Industriales de España alertó en agosto de la mala calidad del aire en general en las aulas de los centros educativos, lo que podría ser un factor que ayudara a la propagación del virus en los centros escolares (ver noticia).

Un equipo de Harvard elaboró un informe para establecer medidas de seguridad en la reapertura de centros educativos (ver informe). Como conclusiones más relevantes, se extraen:

 

AULAS SALUDABLES

  1. Usar mascarilla
  2. Lavarse las manos con frecuencia
  3. Maximizar el distanciamiento físico para proteger a los individuos
  4. Maximizar el distanciamiento de los grupos para disminuir cadenas de transmisión
  5. Desinfectar los objetos que se utilizan
  6. Ausentarse si se está enfermo
  7. Utilizar purificadores de aire
  8. Ventilar con frecuencia
  9. Hacer clases en el exterior cuando sea posible

EDIFICIOS SALUDABLES 

  1. Aumentar la ventilación del aire exterior
  2. Filtrar el aire interior y verificar filtros
  3. Suplementar con purificadores de aire portátiles (Filtros HEPA) (Ver calculadora para purificadores de aire)
  4. Especial atención a los baños
  5. Superficies limpias
  6. Usar barreras de plexiglás
  7. Elementos sin contacto
 
POLÍTICAS SALUDABLES
  1. Establecer y reforzar una cultura de salud, seguridad y responsabilidad compartida
  2. Formar el equipo de respuesta COVID-19
  3. Priorizar la permanencia en casa cuando se está enfermo
  4. Proteger a los estudiantes/personal de alto riesgo
  5. Apoyar el aprendizaje a distancia
  6. Desdensificar los edificios escolares

HORARIOS SALUDABLES

  1. Administrar los tiempos y lugares de transición
  2. Hacer que la hora del almuerzo sea más segura
  3. Repensar el transporte
  4. Modificar la asistencia
 
ACTIVIDADES SALUDABLES
  1. Agendar recesos
  2. Modificar la educación física
  3. Reimaginar las clases de música y teatro
  4. Continuar con los deportes con controles mejorados
  5. Añadir estructura al tiempo libre

Por otra parte, investigadores de EEUU propusieron las siguientes condiciones (ver artículo):

  • Abrir centros solo en zonas donde haya una limitada transmisión comunitaria (inferior a 75 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 7 días, con una tasa de positividad en los test inferior al 5%). Este dato puede consultarse actualizado en twitter (usuario @ngbpadel2). Esto no anula el riesgo de infección, pero sería mínimo y se considera que son mayores los beneficios de abrir los centros.
  • Distancia social de 6 pies (1'8 metros aproximadamente)
  • Uso de mascarillas
  • Higiene de manos
  • Actividades en el exterior
  • Invertir en ventilación (incluyendo filtros HEPA)

En la siguiente imagen, puedes ver cuáles son las actividades con mayores riesgos asociados en los colegios, siendo las actividades con menos riesgo de contagio las que aparecen en verde, y las que más riesgo de contagio las que aparecen en rojo (bus escolar, deportes de contacto, coros, etc)

 
Con respecto a la ventilación en edificios, muchos estudios se basan en la concentración de dióxido de carbono para determinar la calidad del aire. Un estudio llevado a cabo por William Fisk en varios colegios demostraba que todos los centros estudiados tenían un promedio de dióxido de carbono por encima de 1000 partes por millón (ppm), lo que confirma que el espacio está mal ventilado, ya que la concentración promedio en exteriores des de 400 ppm (ver estudio). Otro estudio realizado en una docena de colegios en Madrid arrojaba mediciones preocupantes: el que mostró mejor concentración alcanzó 950 ppm, un 75% de ellos tenían un nivel de 1500 ppm o superior, y dos de ellos mostraron concentraciones superiores a 3000 ppm, por encima del alcance de los dispositivos de medición (ver estudio). La ventilación además en muchos colegios es un problema difícil de abordar, sobre todo en invierno y en zonas de interior, pues la mayor parte del curso hace mucho frío en el exterior y sería imposible mantener una temperatura de confort en el aula si se mantuvieran las ventanas abiertas de forma prolongada. Además, no suelen existir sistemas de renovación del aire en las aulas. Y tanto una mala ventilación como un disconfort térmico tienen una influencia negativa tanto en la concentración como en la salud de docentes y estudiantes (ver estudio).
 
En la siguiente infografía puedes ver consejos para una adecuada ventilación de las aulas:
 
 
Una guía desarrollada por expertos en la Universidad de Yale (EEUU) también incide en la importancia de la ventilación y purificación del aire (ver guía). Este gráfico general muestra la importancia de la renovación del aire. En centros sin sistemas de climatización y ventilación HVAC, se recomienda el uso de ventiladores en ventanas abiertas para evacuar el aire, y el uso de purificadores portables de aire si no se pueden abrir las ventanas.
 
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Y en España el propio Ministerio de Sanidad, en sus 'Recomendaciones de operación y mantenimiento de los sistemas de climatización y ventilación de edificios y locales para la prevención del SARS-CoV-2', establece como recomendaciones la ventilación cruzada, la utilización de filtros HEPA, y la extracción continua de aire en los aseos.
 
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Con respecto a los filtros HEPA, en abril de 2021 se especulaba con que en más de 1000 escuelas de Quebec (Canadá), los casos de COVID habían sido entre 3 y 4 veces superiores en escuelas donde no había purificadores de aire con respecto a las que sí disponían de estos aparatos (ver artículo).
 
 
Otras medidas de protección adicionales pueden ser:
 
  • Uso de medidores de CO2 para saber si las aulas están mal ventiladas. Esta medida se ha adoptado en Bélgica (ver noticia).
  • Evitar el cierre de puertas siempre que sea posible, de forma que no tengan que ser manipuladas por distintas personas.
  • Ventilar con frecuencia las aulas (el responsable de abrir/cerrar ventanas deberá usar hidrogel antes y después de tocarlas).
  • Intentar que los alumnos siempre se sienten en el mismo lugar, con el fin de evitar que varios alumnos utilicen el mismo pupitre/ordenador. Si no se puede evitar, además de la desinfección antes y después de su uso, mantener un listado de personas que utilizan ese puesto escolar.
  • Rastreadores de centro: un responsable que pueda detectar qué contactos estrechos puede haber tenido un miembro de la comunidad educativa que resulte positivo confirmado mediante PCR, con el fin de adelantar medidas de prevención.
  • Prohibir el acceso al centro a cualquier miembro de la comunidad educativa con síntomas claramente compatibles, sin tener una PCR negativa.
  • En aulas de informática, usar bolsas/film transparente para cubrir teclados y ratones antes de cada uso, pues sobre todo, en el caso de los ratones, la desinfección es muy complicada.

En el siguiente vídeo puedes ver una animación realizada por New York Times sobre la importancia de la ventilación y la filtración de aire en las aulas.

 

 

Hablando más específicamente de la ventilación, la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (ASHRAE), para un aula de unos 93 metros cuadrados (1.000 pies cuadrados), diseñada para 35 personas, incluidos profesores y estudiantes de 9 años en adelante, recomienda una tasa de ventilación de 14'15 metros cúbicos (500 pies cúbicos) por minuto de aire exterior, es decir, unos 849 metros cúbicos por hora. Si la altura del techo en el aula es de 3 metros (10 pies), serían tres cambios totales de aire exterior por hora. Esto sería en circunstancias normales, pero durante la pandemia se recomienda duplicar esta tasa.

 

Fuente: USAtoday

 

Según la experta Shelly Miller, profesora de ingeniería mecánica de la Universidad de Colorado Boulder, una de las mejores maneras de reducir el riesgo de transmisión es reducir el número de personas en su oficina o aula. Esto permite un distanciamiento social que reduce el riesgo de transmisión por cercanía. También reduce el número de infecciones probables que se producirán si hay una persona infectada en el aula, y como beneficio extra, se proporcionaría más aire exterior por persona, contribuyendo esto a una mejor calidad del aire por persona. De este modo, reduciendo la ocupación a la mitad, la misma ventilación proporcionaría el doble de aire exterior por persona.

Fuente: USAtoday

 
 

En resumen, las medidas que recomiendan los expertos en aerosoles para reducir el riesgo de transmisión por esta posible vía en los colegios son reducir la ratio de personas a la mitad, uso de mascarillas, uso de filtros MERC-13 donde haya sistemas HVAC, uso de filtros HEPA, ventilación natural y uso de ventiladores para forzar la ventilación cuando sea necesario, como puedes ver en las siguientes imágenes (Fuente: USAtoday):

 

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Por último, es llamativo el hecho de que en varias escuelas de Ohio (EEUU), se observó la presencia de la bacteria que causa la legionela, muy probablemente como consecuencia de los meses de confinamiento. Esta bacteria puede desarrollarse en aguas estancadas y dispersarse a través del aire, pudiendo provocar una enfermedad fatal en el 10% de los casos, tras ser inhalada. Aunque los niños tienen menos riesgo de desarrollar un caso grave, los estudiantes mayores, adultos, profesores y personas con el sistema inmune comprometido son vulnerables (ver noticia).

En España, se abrieron los centros educativos en los primeros días de septiembre. Apenas un mes después, según datos oficiales, el 13'4% de los nuevos brotes en la última semana hasta el 15 de octubre, se produjeron en centros educativos (ver informe). Estos valores eran más bajos que en el ámbito familiar, que eran del 17'2%, o el ámbito social, que lidera con más del 27% de los nuevos brotes, pero se comienza a observar cómo la actividad en los centros educativos comenzaba a tener un impacto significativo en la evolución de la pandemia en el país.

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Además, la identificación de brotes en el ámbito educativo está limitada por la definición de contacto estrecho dentro de los mismos, ya que si bien, con carácter general, un contacto estrecho es una persona que está al menos 15 minutos a menos de 2 metros de un caso confirmado, en el ámbito educativo se exige además que al menos uno no llevara mascarilla, por lo que una situación que fuera de un aula se considera contacto estrecho, podría no considerarse como tal en un centro educativo. Así se recoge en el documento "Estrategia de Detección Precoz, Vigilancia y Control de COVID-19, de 25 de septiembre de 2020", donde se dice que (ver documento):

"De forma general, a nivel comunitario, se considerará contacto estrecho a cualquier persona que haya estado en el mismo lugar que un caso, a una distancia menor de 2 metros y durante más de 15 minutos. En entornos en los que se pueda hacer una valoración del seguimiento de las medidas de prevención podrá realizarse una valoración individualizada por el servicio de prevención de riesgos laborales o el responsable que sea designado para ese fin. En el contexto de los centros educativos, se seguirá lo establecido en la Guía de actuación ante la aparición de casos de COVID-19 en centros educativos."

Y en la "Guía de Actuación ante la aparición de casos de COVID-19 en centros educativos, de 24 de septiembre de 2020", se recoge sobre contactos estrechos que (ver documento):

"-Si el caso confirmado pertenece a un grupo de convivencia estable (GCE): se considerarán contactos estrechos a todas las personas pertenecientes al grupo.

- Si el caso confirmado pertenece a una clase que no esté organizada como GCE: se considerará contacto estrecho a cualquier alumno que haya compartido espacio con el caso confirmado a una distancia <2 metros alrededor del caso durante más de 15 minutos salvo que se pueda asegurar que se ha hecho un uso adecuado de la mascarilla. La evaluación del uso adecuado de la mascarilla será realizada por el profesor/tutor de la clase o por la persona que ha sido designada como responsable COVID-19 en el centro. (...)

-Se considera contacto estrecho en un autobús escolar a cualquier persona situada en un radio de dos asientos alrededor de un caso durante más de 15 minutos salvo que se pueda asegurar que se ha hecho un uso adecuado de la mascarilla.

-Los convivientes de los casos confirmados.

-Cualquier profesional del centro educativo, profesor u otro trabajador, que haya compartido espacio con un caso confirmado a una distancia <2 metros del caso sin la utilización correcta de la mascarilla durante más de 15 minutos."
 

En octubre, un Informe del Ministerio de Sanidad arrojaba datos preocupantes. Concluía que los niños tenían más probabilidades de infección que los adultos, que en su mayoría eran asintomáticos, que podían ser "superpropagadores", y que la reapertura de colegios estaba acelerando la pandemia en ese país (ver informe). Los niños tenían más posibilidades de ser positivos en un test que los adultos (8% frente a 6% en los test realizados), y también se vio que tenían mayores probabilidades de resultar positivos en un test de anticuerpos que los adultos (7% frente a 5%). Se identificaron en ese país al menos 350 personas que contagiaron al menos a otras 10, y de estos "superpropagadores", el 5% eran niños. El informe concluía que la reapertura de los colegios (que allí sucedió el 1 de septiembre) podría acelerar la propagación del virus, a menos que la transmisión comunitaria fuera baja.

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